viernes, 13 de marzo de 2015

LOS TÚNELES OSCUROS EN LA HISTORIA DE LA CIENCIA FÍSICO-NATURAL: ERNST MACH.



I
¿Quién no piensa en la ciencia físico-natural y lo que ella propone, como la cumbre  de la racionalidad y del buen juicio;  como una actividad llevada a cabo por seres humanos superiores quienes  sacrifican sus vidas para ponerlas al servicio de la búsqueda de la verdad, la cual para ellos es el resultado de una explicación metódica, ajustada a los cánones de la argumentación lógica, y fundamentada en los hechos dominados por leyes matemáticas, universales y necesarias?
Como toda institución social ilustrada, la ciencia muestra a lo largo de su historia momentos de absoluto éxito frente a cualquier tipo de oscurantismo, en particular el expresado como fundamentalismo religioso. Ello se podría ilustrar haciendo alusión a la más notoria manifestación anti-científica de las dos últimas centurias:   la defensa del creacionismo.
Pero, paradójicamente,  la historia de la ciencia también muestra  momentos de cierre sobre sí misma y de callejones o túneles oscuros.
Convengamos por intereses argumenattivos, no obstante,   sólo en apariencia sin salida.  

II
Una cosa es hacer ciencia como científico, como físico por ejemplo. Otra es hacer historia de la ciencia, o hacer epistemología de las ciencias físico-naturales.
Estas dos últimas disciplinas son las que han puesto en su sitio, desde inicios del siglo XX,  la creencia en la ciencia como un saber completo, cerrado sobre sí mismo y absoluto. Pero sobre todo opuesto radicalmente a todo tipo de religión entendida  como admiración y sobrecogimiento frente a la totalidad de ese todo que trasciende cualquier tipo de conocimiento, incluido el conocimiento científico.
Mantenerse dentro de tal cierre mental es propio de quienes profesan una auténtica religión: el “cientismo”, y de quienes, de manera dogmática o fundamentalista, niegan la posibilidad de toda trascendencia metafísica afirmándose en un ateísmo con fundamentos filosóficos, tan pobres como lo serían los de cualquier creencia fundamentalista religiosa. 
Entonces la verdad histórica de la ciencia es otra.
El conocimiento científico tal y como lo experimentamos hoy ha progresado precisamente entrando en relación dialéctica, diríamos,  con lo que un autor llamado Stanley L. Jaki, quien sí que sabe del tema,  llama “teología natural”, o con  la búsqueda de una aprehensión última del todo que jamás será reducido a la suma de los hechos que podrían integrarlo. (Stanley L. Jaki. “The road of science and the ways to God”).  
Fue esa percepción del todo, esa intuición mística de un algo que él pensaba que  lo transcendía,  y trascendía su objeto de estudio, lo que condujo a Ernst Mach, uno de los científicos naturales más preclaros de principios del siglo XX,  a dedicar su vida a la consolidación de una visión del mundo que estuviera únicamente fundamentada en la ciencia físico-natural.

III
En la biografía de Ernst Mach, sobre cuyo legado fue creado el denominado Círculo de Viena, se podría constatar la presencia de muchas de las contradicciones aludidas anteriormente.
Como él mismo lo confesa, fue una intuición mística de la totalidad la que, a una edad muy temprana, le condujo a esa visión que hasta el final de su vida sería la motivación personal que le alimentaría su amor por el conocimiento  científico. Ya al final de su existencia terrenal, habiéndose declarado  un Budista confeso -es decir un creyente en una totalidad cósmica envolvente en la cual domina el  eterno retorno-  siguió creyendo  de manera  irracional en la sensación como vía privilegiada para obtener la verdad científica, y en la imposibilidad de una física relativista. De ahí sus ataques a Albert Einstein hasta el final de su vida.
La tendencia epistemológica  de inicios del Siglo XX conocida como “neo-positivismo” se organizó en Viene en torno a la memoria de Ernst Mach. 

IV
En la historia del Círculo de Viena, no obstante, jamás se menciona ese fondo místico e irracional que alimentó  el aparente apego de los miembros del Círculo  a los hechos positivos, a la sensación como único recurso para obtener conocimiento  científico, y al aborrecimiento de todo tipo de  metafísica o teología natural. 
Por haberlo mantenido en silencio el Círculo de Viena pasó a la historia como una organización secreta más que como una reunión de libres pensadores buscando la verdad como único fin.  Ello es  muestra de que aun en el caso de los grupos  científicos, es más lo que se suprime que lo que se muestra claramente cuando se trata de defender una causa por irracional que fuese;  en este caso, la causa  neo-positivista con sus tendencias cientificistas, agnósticas y claramente anti-metafísicas.

V
En nuestra opinión Ernst Mach, un brillante científico  e historiador de la ciencia fue, por lo ya dicho, un pésimo filósofo.
Pero paradójicamente fueron sus ideas las que dominaron una escuela de pensamiento que en el momento más brillante de su constitución como grupo esotérico más que filosófico,  puso en jaque la epistemología tradicional.  
Afortunadamente las propuestas irracionales  del Círculo de Viena llegaron a su  zenit en el siglo pasado, y hoy son  sólo  datos históricos en la historia de la filosofía de las ciencias positivas o físico-naturales.

lmp.
Jueves 13/03/2015

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